
Hacía ya tiempo que las tres lunas no alumbraban el cielo idhunita, incluso Erea, el astro del orgullo idhunita, donde se dice que habitan los dioses, había dejado de alumbrar el cielo nocturno con su bello disco plateado. Las distintas razas estaban muy preocupadas por este extraño suceso, puesto que ninguna de ellas tenía una explicación razonable. Mientras las razas seguían discutiendo sobre el origen de este suceso una noche, una piedra que parecía contener la misma oscuridad que había cubierto las lunas descendió desde Erea hacia la inmensidad del océano, y sin que nadie supiera como las tres lunas; Ayea,Ilea y Erea volvieron a alumbrar el cielo con sus distintas tonalidades como si nunca hubieran parado de hacerlo.
Cada una iluminaba el cielo nocturno con su tonalidad, todas tenían diferentes tonalidades que las hacían únicas, y que entremezclaban en el cielo para formar un precioso espectáculo; Ayea, la más pequeña de las lunas, la preferida de Neliam, la diosa de los océanos y de todas las criaturas que habitan en el, aportaba a ese maravilloso espectáculo unos tintes rojizos.Mientras que Ilea; la mediana de las lunas, la favorita de Wina, la diosa se todo lo verde, lo hacía con sus diversos tintes verdosos. Pero eso sí, ninguna podía igualar la belleza de Erea, la mayor de las tres lunas y el más bello de todos los astros idhunaicos,que aportaba unos preciosos tintes plateados, y quizás es por eso, por lo que es la luna favorita de la Irial, la diosa de la luz y de las estrellas.
Mientras tanto en los distintos lugares de Idhún, las diversas razas se alegraban del fin de aquel extraño suceso.
Pero no sabían que en el fondo del mar, muy cerca del Reino Oceánico, algo muy importante estaba a punto de suceder...
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